jueves, 18 de noviembre de 2010

Por fin ha llegado el momento de sentarnos tranquilamente a redactar las muchas experiencias que queremos compartir con todo aquel que lea este cuaderno de viaje.

Dentro de dos días hacemos un mes en Iaşi. Una ciudad a la que llegamos de noche y con la inercia del forastero que pasa de largo.

Esperamos poder transmitiros a través de palabras e imágenes todo aquello que nos ha llamado la atención en este viaje tan interesante. Partimos de Sevilla el 18 de septiembre con unas temperaturas muy altas y llegamos a Iaşi el 6 de octubre con abrigo, gorro y guantes. El termómetro llegó a marcar 3 grados en el trayecto.

Para situaros en la ruta, a continuación enumeramos de manera somera los lugares en los que hicimos parada:

Septiembre

-18: Madrid
-20: Barcelona
-21: ferry a Livorno
-22: Bolonia
-27: San Marino, ferry a Split desde Ancona
-28: Split, Trstenik
-29: Korcula, Dubrovnik

Octubre

-1: Mostar, Sarajevo
-3: Kosjeric
-4: Belgrado, Oravita
-5: Curtea de Arges
-6: Iaşi

  


Salimos de Sevilla el sábado 18 de septiembre, 6 días más tarde de lo previsto.

El taller retuvo el coche lo suficiente como para que frenasemos el frenético ritmo que nos habíamos impuesto para tenerlo todo a punto y observaramos a nuestro alrededor el maravilloso momento sevillano que dejábamos atrás: encuentro y reencuentro de gentes tras el verano, ávidas de las calles del centro, de juergas improvisadas, de esos flirteos que se dejan caer bajo una luz anaranjada.

Di gracias a que las circunstancias nos obligaran a echarle un último vistazo a esas noches y esos días alegres y tranquilos.

Para entonces, en mi cabeza retumbaban ya los nombres de los destinos con los que nos toparíamos en adelante y dibujaba aventuras que con nuestra fuerza y creatividad iríamos superando. Todo ello entremezclado con una ligera presión interna que te recuerda que a todos esos sitios nadie te lleva. Eres tú el que los va alcanzando, el que va evolucionando con cada experiencia y va cultivando el deseo de llegar cada vez más lejos, como si de una metáfora de la vida se tratara.

El viaje se desarrolló tranquilo, sin una prisa real por llegar. El ritmo lo fue marcando el deseo de permanecer un poco más de tiempo en algún lugar.

Así atravesamos la península ibérica de sur a norte y la itálica de oeste a este. Así vivimos ese viaje en barco entre una y otra, sentados en un baúl de proa y con una luna casi llena, recordándonos la regularidad de su ciclo. En este viaje avistamos dos ballenas y en varias ocasiones unos cuantos delfines rompieron la calma superficial del inmenso mar.

En Italia, aún en casa, pasamos seis días con un amigo. Al respecto de todo esto, Yago escribió el miércoles, 22 de septiembre, justo después de avistar las ballenas, lo siguiente:  

Comenzamos a navegar.

Después de haber sido retenidos en Sevilla entre talleres y papeleos, aún con la inquietante sensación de estrepitoso olvido, hemos cruzado España con escalas en Madrid y Barcelona. Estamos rumbo a Italia en un cómodo barco casi para nosotros. Con la mar en calma, nunca un trayecto en ferry me había resultado tan placentero. La visión esta mañana de una pareja de ballenas y un grupo de delfines ha desencadenado el primer contacto con otro tripulante, un  joven italiano que vuelve a casa después de haber recorrido España en moto durante 4 meses. Simpático su próximo proyecto, quiere embarcarse hacia Sudamérica para realizar ya en tierra el mítico periplo de El Ché. Su “poderosa” es algo más moderna y fiable creo.
 Nuestros ánimos son estupendos, por fin todo rueda sin chirriar y este sinuoso suspenso, 19 horas y media, no consigue sumergirnos en el aburrimiento. Nuestras  charlas, lecturas, juegos… se renuevan con cada cabezadita. El tiempo que sobra se transforma en meditaciones contemplativas, ese es el poder del mar.
Es un sereno placer experimentar como avanzamos suavemente hacia nuestra próxima escala, Bolonia. Allí nos espera un buen amigo, Nicola, ex­-erasmus que llegó a Sevilla con 28 años y un trabajo final de Filosofía para realizar sobre el vidé. No encontró  quién se lo dirigiera, el propio <<pudor>> que Nicola pretendía estudiar era precisamente lo que impedía a los académicos sevillanos dirigirle tal tesina. No sé si cambió el objeto de su trabajo, si lo llegó a terminar o si terminó Filosofía pero durante ese año y algunas visitas posteriores se fraguó un cariño casi reverencial que el tiempo y la distancia sólo ha logrado mitificar aún más.
A babor Córcega y Cerdeña, en el horizonte comienza a dibujarse la costa Italiana…
En efecto, cambió el objeto de su tesina. Dedicó todos sus esfuerzos a analizar en clave filosófico-antropológica la feria de abril de Sevilla. Incluso nos la enseñó. En ella había incluído una foto de sus amigos sevillanos, a cuyo pie y también con un cariño reverencial, escribió los apodos con los que éstos eran llamados.